Finalizaba la década de 1760 cuando un experimentado y afamado fray Raimundo Gómez del Val, más conocido por su seudónimo Juan Altamiras, llegó al convento de Santa Catalina del Monte de Cariñena.

Su historia comenzó cerca, en La Almunia de Doña Godina, donde nació el 12 de febrero de 1709. Entre los conventos franciscanos de San Lorenzo de La Almunia y San Cristóbal de Alpartir se cree que pasó el noviciado, hasta la década de 1730 cuando lo encontramos como cocinero en el Colegio de San Diego de Zaragoza, anexo al Real convento de San Francisco de esa ciudad.

Bien se le debió de dar entre los fogones para que en 1745 se halle cocinando en Madrid, probablemente para su mecenas, cuya identidad desconocemos pero que pudiera tratarse de Joaquín Pignatelli, décimo conde de Fuentes, familia que fundó dicho Colegio de San Diego en 1601.

A finales del verano de 1745, este fraile vería publicado el libro de cocina que le hizo célebre, Nuevo Arte de Cocina, sacado de la escuela de la experiencia económica, y puesto a la venta en una librería junto a la Puerta del Sol de Madrid. El éxito de la obra fue notorio en vida del autor, que lo vio reeditado hasta en cuatro ocasiones.

En 1764 había regresado al Colegio de San Diego de Zaragoza, donde lo encontramos como portero y sacristán, cometidos sin duda más relajados que el ajetreo de las cocinas. [1]

Se desconoce si Altamiras llegó al cenobio cariñenense por algún motivo o estaba de paso por la zona, quizá en alguno de sus viajes para la reedición de su obra, pero fue allí donde le llegó la muerte y fue enterrado entre febrero de 1770 y septiembre de 1771.